viernes, junio 01, 2007

Bix, la leyenda




Cuenta George Avakian, el gran crítico de jazz, que la historia de Bix Beiderbecke es la gran leyenda romántica del jazz norteamericano. Tiene de todo: un sensible joven que “tenía” que tocar esa corneta, sesiones fuera de hora en humosos sótanos, ginebra, y más ginebra, y suficientes historias locas como para llenar varios libros. Y el escenario era el adecuado: una atmósfera de Scott Fitzgerald con ilustraciones de John Held y, para completar, autos Stutz bearcat y abrigos de mapache.

Bix sobrevivió a esos tiempos, pero no por mucho. Igual que la bolsa de valores, estaba en alza pero débil por 1929. Murió el 7 de agosto de 1931, terminó con su salud pero no derrotado profesionalmente a la madura edad de 28 años. La historia común de su muerte, que ha sido publicada una y otra vez (tan opuesta a los murmullos que comprendían a gangsters) es que Bix, enfermo en cama, resfriado, se levantó para ir a Princeton a una cita de club, que hubiera sido cancelada si él no se presentaba. Manejó en un carro abierto, cuenta la historia, desarrolló pulmonía y murió.

Sin embargo, nadie jamás ha cuestionado el anacronismo de un baile en Princeton a medio verano. Uno de los admiradores de Bix, de Princeton, Frank Norris, que había ido con él a la academia Lake Forrest diez años antes, recuerda que Bix cogió un gran resfrío al término de los weekends de esa primavera y nunca lo superó. “Pero, ¿murió de un resfrío? Bix no murió de un resfrío, dice Norris. “murió de todo. Eddie Condon que conocía mucho de Bix en 1931, cuando ambos demostraban que una hamburguesa transparente al día podía mantener vivo a un hombre, confirma que Bix simplemente terminó. “Estaba al borde de la desesperación y débil, viviendo en un cuarto sin ventilación en Jackson Heights. Tenía ese resfrío que Ud. o yo –bien, Ud., de todos modos- podía sacudírselo en unos cuantos días, pero con Bix, era un caso de guardar cama. Era finales de julio, y el tiempo estaba tan caliente que había acomodado y fijado dos ventiladores dirigidos a su cama. Dos días después cogió neumonía.” Para el tiempo en que Bix llegó al hospital, no habría podido abrirse paso ni a través de una húmeda etiqueta de cerveza.

Así la leyenda empezó más rápido de lo que podían contar los biógrafos.

Pero antes de entrar en la historia de su vida, consideremos el gran tema: la corneta de Bix. Es algo que nunca desaparecerá completamente mientras haya una grabación cerca (los coleccionistas de Bix están siempre ávidos de su muchacho. Había uno en el medio oeste que estampaba en todas sus cartas BIX VIVE)

La corneta de Bix, una vez oída es un sonido que nunca olvidará: el cálido, tierno tono de la corneta, a veces casi sin vibrato; el ataque era tan seguro como un jugador de grandes ligas bateando un hit, con cada nota extraída tan claramente como un mazo golpeando una campana; el flujo de ideas, a veces lleno de espontánea energía y, sin embargo, siempre sonando fríamente calculado, era tan esmeradamente arreglado como si un compositor hubiera cuidadosamente organizado cada frase y luego construido todas las pequeñas inflexiones y el volumen del sonido.

Bix, siempre tocó una corneta, más bien que una trompeta. Esta le daba tonos redondos, cálidos, más íntimos, en oposición a los tonos más penetrantes de la trompeta. Siempre hay una calidad reservada para el sonido de la corneta de Bix; es casi como si nunca se dejara soltar emocionalmente, aún en una ejecución dixieland de burdel como At the Jazzband Ball. Fue uno de los más emocionantes músicos que jamás existió, pero fue por la individualidad de su tono y la imaginación de sus improvisaciones. Aunque su trabajo era emocionalmente rico, estaba siempre templado por la disciplina que hacía que su trabajo pareciera reprimido, en comparación de la libertad que tenían los grandes músicos negros de Nueva Orleans, tales como Louis Armstrong, Sidney Bechet y Johnny Dodds.

Su madre recordaba que el joven Bix tocaba corneta junto a una grabación de Tiger Rag, que las evidencias muestran claramente haber sido la versión de la Original Dixieland Jazz Band, de 1918. Ciertamente oyó a bandas de jazz en los botes ribereños que venían del norte, como Davenport, aunque la historia de que oyera a Louis Armstrong nunca fue confirmada por Louis, y es probablemente parte de la leyenda.

Carlos Alberto 01/06/2007

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