jueves, mayo 31, 2007

Billie, la misteriosa








Dice Timme Rosenkrantz en su libro “Harlem on my Mind”, “La inolvidable voz de Billie Holiday fue la voz del jazz de nuestro siglo. Es improbable que jamás nuevamente en la experiencia humana se oiga una voz como la suya, picando, mordiendo en los “lugares secretos” de los oyentes, estimulando sus terminales nerviosos, llevando a toda alma solitaria a su lado, calle abajo, por alguna senda oscura y solitaria. No importaba cuan suavemente llorara sus blues, el grito siempre estaba diciendo –Así es como se siente…”

Continúa Rosenkrantz en sus impresiones sobre Billie: “Entonces entró (al Pod’s and Jerry’s) la cobriza belleza, Billie Holiday, llevando una gardenia blanca en su pelo, enmarcando su adorable rostro. Instantáneamente, el salón quedo tan silencioso como si cayera la nieve, mientras Billie alzaba su voz que era la esencia de su extraña belleza… el cielo, el infierno, el gozo, el dolor de ser negra. Salía la música de las profundidades de su alma como si en constante esfuerzo reconciliara el amor de su corazón con el infierno de su vida”.

Eran los comienzos de Billie, antes que fuera derrotada por las drogas y el alcohol. Las impresiones abundaban, como en sus inicios en un lugar llamado Dicky Wells’, “cuando el propietario anunciaba… -y ahora van a oír a una muy talentosa dama joven que oí la otra noche en el Pod’s and Jerry’s. Su nombre es Billie Holiday, y van a oír mucho de ella en tiempos venideros – ¡Cuanta razón tenía!”.

“En este lugar ya era presentada con mayor propiedad. Había reflectores y mientras avanzaba al escenario tan joven y fresca y tan bonita como un sueño. Cerraba sus ojos almendrados como si estuviera en trance. Cantaba como un instrumento, como una orquesta completa. A veces era el suave murmullo de un saxofón, luego el punzante, agudamente definido estallido de una trompeta. Su voz reptaba debajo de la piel de los oyentes, y allí se quedaba. Nunca se había oído a nadie cantar como Billie Holiday. Su fraseo era una conversación de corazón a corazón, ante todo el mundo, tan personal que daba la impresión de sentirse tomado como confidente por alguien que tenía una desesperada necesidad de “decirlo todo” que en alguna forma parecía un secreto. Esto era el significado íntegro del jazz -de cómo debería ser cantado y nunca lo fue, hasta que Billie lo cantó. Se mantuvo en la pista una hora completa. Los temas no importaban, pero la forma en que los cantaba sí. Cuando finalizó había un pequeño montículo de dinero a sus pies. Billie ni siquiera lo miró“.

La vida azarosa de Billie la llevó a cometer muchos errores.

Michael Brooks nos cuenta: “Los hombres eran tan venenosos para Billie como el alcohol de madera, ella parecía poco deseosa o incapaz de separar lo real de lo falso. Como un aterrorizado perrito callejero que interpreta como un lazo de toda la vida un gesto barato de afecto, corría de una desastrosa relación a otra. Acertadamente escogía el tipo de amante que reforzara sus propios sentimientos negativos de sí misma, profundamente arraigados.

A mediados de los treintas, una extraña y compleja figura llegó a la vida de Billie. Trabajaba para un publicista musical, pero parecía conocer todos los movimientos del mundo del entretenimiento de Nueva York. Por razones sólo conocidas por él, el hombre tomó un intenso interés en la carrera de Billie, haciéndole muchos favores”.

Por esos años, los negros estaban muy reprimidos en todo sentido, los buenos temas musicales eran entregados a las estrellas blancas y a ellos se les deba los desconocidos o lo que sobraba del Tin Pan Alley.

“Billie no podía entender completamente a este extraño hombre blanco y esperaba por el inevitable requerimiento de pago, de una u otra forma, porque en su mundo había siempre un precio que pagar. Cuando el hombre parecía estar solo, tomó la iniciativa. El hombre era joven y apuesto y el sexo era tan natural para ella como la respiración y Billie quería sinceramente mostrarle su gratitud.

Nunca sabremos por qué, pero él la rechazó fríamente. Una relación física con Billie no era parte del plan maestro. Era probablemente la primera y única vez que había sido burlada, no podía comprender las razones que había detrás y, como una concesión a su vanidad herida, empezó a esparcir dudas sobre la masculinidad del individuo. En apariencia él permanecía indiferente pero su orgullo había sido herido profundamente, y las semillas de una futura confrontación habían sido sembradas. Esto sucedió cuando Billie estaba empleada en la banda de Basie. Las razones tras la salida de Billie de la banda de Basie han estado siempre cubiertas por el misterio, con vagos cargos de “mal comportamiento” y “desconfianza”, informalmente manifestados.

Años más tarde, componentes de la banda manifestaron que el compromiso de la Némesis masculina de Billie con la temprana orquesta de Basie era un misterio, pero el hombre tenía indudablemente un gran e influyente compromiso con éste. En adición a su trabajo con el publicista musical, incuestionablemente sabía y podía influenciar a algunos de los más prominentes propietarios de clubes nocturnos de Nueva York, teniendo también conexiones con varias estaciones de radio. Podría también, a través del agente Willard Alexander, haber tenido algún interés financiero en la banda, pero esto nunca ha sido demostrado. Pero sí tenía una influencia siniestra sobre Basie.

La política musical de la banda era una bien balanceada mezcla de clásicos de jazz instrumentales, viejos y nuevos: de los dos vocalistas, Jimmie Rushing manejaba el rol de los blues “gritados” con gran autoridad, mientras Billie, como una concesión al comercialismo, cantaba los clásicos populares del momento.

Ignorando el éxito de las grabaciones de Billie, que estaba basado en la misma fórmula, nuestro hombre fue donde Basie y le sugirió que Billie reviviera los números de 1920, asociados con Ethel Waters, Clara Smith y otras viejas cantantes de blues.

Cuando el cambio de la política musical fue puesto en conocimiento de Billie, su respuesta fue típicamente franca: “¡Ah, diablos, no voy a cantar esa vieja mierda, estamos en 1938!”

La reacción de Basie fue despedirla y, cuando los temperamentos se calmaron y ella le pidió regresar a su trabajo, él le respondió que estaba atado de manos, reforzando la noción que, en esa etapa de su carrera, era solamente un hombre de paja.

La banda permaneció sin vocalista femenina por varios meses, hasta que John Hammond, conocido busca-talentos de la Columbia, recordó a una joven que había oído y disfrutado en unos primitivos discos Okeh de blues. Tras una rápida búsqueda, Helen Humes fue localizada en Cincinnati haciendo trabajos de club, estando de acuerdo en venir a Nueva York por una prueba. Humes adaptó rápidamente su estilo a los requerimientos de una gran banda, convirtiéndose en la mejor vocalista femenina que Basie jamás tuvo.

Carlos Alberto 31/05/07

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