miércoles, mayo 30, 2007

Louis Armstrong, el hombre




No sólo fue el gran músico que sabemos, Louis Armstrong, quien había salido de la más extrema pobreza en su natal Nueva Orleáns, pasando por los oficios más humildes como el de carbonero, era un verdadero filántropo que repartía cada año decenas de miles de dólares para bien social, además de otras ayudas materiales. Nunca ostentó su riqueza y hasta muy adentrada su fama no tuvo casa propia, No tuvo tampoco “niñez”. Contaba su esposa Lucille, quien lo acompañaba en una de sus frecuentes giras en unas vísperas de Navidad, que habían comprado un arbolito vivo, que ella llevó al hotel donde alojaban donde lo decoró con esmero, allí, Armstrong le confesó que nunca había tenido uno en su infancia y lo llevó consigo, pasadas las navidades, durante resto de la gira oponiéndose a que ella lo desechara. Cuentan que una vez, tras un concierto, se le acercó un conocido de su juventud quien se dedicaba al oficio de taxista, pidiéndole que lo ayudara a pagar la reparación del auto que no podía solventar. Armstrong habló con su manager Joe Glaser, ordenándole le comprara uno nuevo, pese a la oposición de éste. Se contaba también que siempre tenía los bolsillos plagados de billetes que entregaba después de los conciertos a quienes se le acercaban. El gran Trummy Young, integrante de sus All Stars por muchos años, fue rescatado del olvido por Armstrong. Young había sido un integrante destacado de la orquesta negra de Jimmie Lunceford, décadas atrás. Young se encontraba en muy mala situación. Había perdido la dentadura, parte importantísima para un instrumentista de viento como era él. Armstrong se ocupó de mandarle hacer las prótesis correspondientes y lo integró a su conjunto, retomando y aumentando su fama en giras mundiales junto a Armstrong durante muchos años.

Era un hombre muy divertido ante su audiencia y muy ingenioso también. Recordaba él mismo que a mediados de los treintas, cuando visitó Londres, se encontraba actuando en el Empress Hall ante la presencia del rey Jorge VI, padre de la actual reina de Inglaterra, “miré hacia arriba y dije, ésta es para ti rey, y le lancé You, rascal you (Tú, bribón, tú). En otra ocasión, en 1968, en el Vaticano, en una audiencia personal con el papa Paulo IV, éste le pregunto si tenía hijos. Armstrong le respondió, “no, Su Santidad, pero sigo intentándolo” (Armstrong tenía a la sazón 67 años).

Pero, sufrió también el maltrato que sufrían de algún modo todos los negros en Estados Unidos. Se cuenta que una vez un presentador blanco se negó a anunciarlo, retirándose del escenario. O como cuenta su biógrafo, Gary Giddins: “…en 1968 arreglé para que Armstrong tocara en una asamblea en Grinnel College, en Iowa. Cerca de dos docenas de intelectuales y artistas estaban en el campus para participar en una serie de discusiones y recibir grados honorarios, sin embargo, la universidad rehusó recompensar con uno a Armstrong, afuera en el gimnasio donde él actuaba, un puñado de estudiantes protestaban agrupados porque querían un conjunto de rock.

Fue también acusado de espía y de comunista en la época del macartismo, pero sobretodo fue defensor de los de su raza ante los múltiples abusos cometidos por los blancos, como en los sucesos de Arkansas, en protesta de .los cuales rechazó una gira promovida por el Departamento de Estado a la Unión Soviética, en época de la guerra fría: “cuando veo en TV y leo acerca de una multitud en Arkansas escupiendo a una muchachita negra -creo que tengo el derecho de sentirme adolorido...”

Larry King lo entrevistó en 1967 para Harper's, Armstrong dijo. "Mientras pasaba el tiempo y construía una reputación puse en mis contratos que no tocaría en ningún lugar en el cual no pudiera permanecer. Fui el primer negro en el negocio en romper la barrera de los grandes hoteles para blancos -¡Oh, sí! ¡Fui un pionero, papa! Nadie recuerda mucho esos días."

Durante toda su vida vivió modestamente a pesar de ser millonario, Cuando compró su única casa en un suburbio negro en Corona, Queens, en Nueva York, la mandó a cercar con ladrillos, y no queriendo diferenciarse de sus vecinos, les ofreció hacer lo mismo con sus propiedades. Esta casa se está adaptando hoy como el Museo de Louis Armstrong, donde se conservan sus pertenencias, incluso una de sus trompetas, de verdadero oro. Armstrong no tuvo descendencia, dejando al morir una pensión vitalicia al único pariente vivo, un sobrino incapacitado, a quien mantuvo siempre.

De su vida musical se ha hablado mucho y casi no queda nada por decir, pero podemos agregar que difícilmente en la historia musical del orbe haya habido un músico mayor best seller que Armstrong, vaya un ejemplo: según la discografía de Louis Armstrong por Hans Westerberg que fue publicada en 1981, el abanico de grabaciones de Louis Armstrong se expande por cerca de 48 años. En ese lapso empleó cerca de mil doscientos músicos al servicio de más de mil temas, alguno de los cuales interpretó repetidas veces ante los equipos de grabación: Sleepytime Down South, (su tema característico) noventa y ocho veces; When The Saints Go Marchin' In, cincuenta y ocho veces; Basin Street Blues, cincuenta y tres veces; Indiana, cuarenta y siete veces; Muskrat Ramble y Struttin' With Some Barbecue cuarenta y tres veces; Mack The Knife, cuarenta y dos veces; Saint Louis Blues, cuarenta veces. –y otras ejecuciones han salido a la luz desde entonces.

Carlos Alberto 30/05/2007

1 comentario:

lucml dijo...

Con Louis Armstrong ni el blues era triste, su sonrisa desmentía la idea de los blancos de que los cantos negros son dolidos. La música de Armstrong era vital, alegre, optimista, tal vez por esto, tuvo que soportar que le dijeran que era una estrella negra sometida a los gustos blancos y, aunque buscó desde temprano los aplausos del gran público (el dinero), su trascendencia la cimentó aún antes de ser famoso.
Lo hizo en los años veinte y treinta, cuando comenzó su carrera vertiginosa desde el barrio libertino de Storyville, en Nueva Orleans, a Chicago, Nueva York y el mundo. El gran público lo recuerda por la ronquera, que no pudo eliminar ni con una intervención quirúrgica, y por la forma como terminaba sus intervenciones con un "¡Oh, Yeah!" y se limpiaba el sudor con un pañuelo blanco. Louis Armstrong fue una genialidad andante. No sólo su entusiasta capacidad para componer fueron dejando huella en todos aquellos que querían dedicarse a la música, rebelde por excelencia, que es el jazz. Además, una clara connotación positiva en él es el contagioso ambiente de estupefacción con que dejaba a todos sus oyentes y admiradores. Rara vez alguien a la hora de escucharle puede mostrar aburrimiento. Armstrong definitivamente es uno de favoritos
la mayoría de los discos que tengo son de este gran músico.