miércoles, octubre 15, 2008

Una Pequeña, Crítica, y muy Interesante Historia del Jazz



El “Jazz” Miope de Burns tiene una Sintonía Desabrida

Por Ralph de Toledano



Burns no solamente tiene un oído de hojalata, sino que sabe de jazz lo que se podría adherir a la oreja de una mosca. Sabe aún menos acerca de la historia de la música o de los hombres que la hicieron. De manera que fue natural que fuera seleccionado para producir un documental para TV de 18 partes, mal etiquetado jazz, que fuera lanzado al aire a comienzos de año (2007) por las estaciones PBS. Fue un desastre, de cualquier forma en que se le mire, - seguridad, balance, producción profesional o solamente mero entretenimiento- Aquellos que continuaron viéndolo después de su emisión inicial lo hicieron solamente por ignorancia o por oír algunas de las grandes grabaciones de jazz que no tienen en sus colecciones.


Burns debió haber vuelto la cara a Dan Morgenstern, el archivista de jazz de la universidad de Rutgers, o a Milt Gabler, quien contribuyó tanto al jazz a través de su Commodore Music Shop y de las grabaciones que emitió, o aún, estimado lector, a este servidor, quien estuvo allí reportándolo durante la explosión del jazz en los treintas y cuarentas. En vez de eso, Burns escoge como sus tres mentores a escritores de jazz cuyos nombres no ameritan mención y a Wynton Marsalis, amo del jazz del Lincoln Center en la ciudad de Nueva York, quien debería lavarse la boca con detergente cada vez que la abre.


Un trompetista “¡maravilla!” que nunca podría haber conseguido trabajo en una banda mayor de los treintas. Marsalis es conocido por su dictamen que el jazz es estrictamente negro – y Uds., blanquitos por favor oféndanse – y el ha hecho lo mejor para implementar eso en el Lincoln Center.


Cuando Marsalis habla del jazz como un producto totalmente negro con los blancos simplemente como intrusos, es tan racista como Al Sharpton. En África, la música aborigen era estrictamente para tambores, y tan compleja en sus multi-ritmos que no puede ser trasladada a la partitura. El Jazz que ascendió en el río Mississippi era en un simple tiempo de 2/4, y en Chicago, los muchachos blancos lo trasladaron al menos relajado pero más impulsor 4/4. Melódicamente el jazz derivaba del himno inglés de cuatro partes, de las canciones tradicionales de Inglaterra, Francia y España – filtradas a través de la experiencia negra y de la gente común, de las canciones y de la ópera que vibraban rítmicamente cada día en Nueva Orleáns y que portaban elementos del Sur que los rodeaba.


Cuando el Secretario de Marina Josephus Daniels cerró Storyville, la sección de los luces rojas de Nueva Orleáns, para proteger la moral de nuestros marinos – “el jefe de policía ha derruido mi casa de juego”- el jazz desde sus “profesores” ejecutantes de piano de burdeles hasta sus “marching bands” y sus grandes solistas se mudaron río arriba, a Chicago, llevándose con ellos toda una tradición que se había desarrollado

desde Texas hasta Georgia.


La gran amalgama empezó en Chicago mientras los músicos blancos, muchos de ellos muchachos – Bix Beiderbecke, el equipo de la Austin High y varios de ellos- introdujeron su propio lenguaje, recogido por los jazzmen negros y lo enviaron a las secciones rítmicas de las grandes orquestas de Jean Goldkette y de Paul Whiteman, constituidas por verdaderos hombres de jazz. Entró ostentosamente en la ciudad de Nueva York y en los poderosos ritmos de Harlem.


Verdaderamente pocos habían intentado organizar la inspiración de lo que siguió, o dónde y cuándo – y si Ud. quiere sentarse conmigo un par de horas, puedo decirle cómo los músicos de Harlem tales como Joe Smith de la banda de Fletcher Henderson, en línea lírica y entonación, llevaban adelante las ideas de los solos de Bix . O cómo el genio musical y la tremenda técnica trompetística de Louis Armstrong divorciaron para siempre al jazz del sonido del ragtime.


Puede haber estado *Jim Crow a lo largo de la tierra, pero donde el jazz vivía, los músicos blancos y negros actuaban juntos, haciendo grabaciones históricas y emocionantes. El trombonista Jack Teagarden podía decir medio despreciativamente, como en realidad lo dijo “soy un afeminado para la música.” Armstrong en las hermosas grabaciones que hicieron juntos, no estuvo interesado en la herencia racial de Teagarden. (Teagarden era de origen indio)


Pero Burns y Marsalis y sus doncellas de la PBS no conocen esto. Ni aún estuvieron cerca entonces. Sus programas rapsodizados sobre la calle 52 como si lo que se oyó en los famosos bistrós de la Quinta o Sétima avenida fuera el reverso de Jim Crow. No podríamos conocer del Jazz que mientras Benny Goodman aterrorizaba a las adolescentes en el teatro Paramount, los amantes del jazz de Nueva York estaban en Greenwich Village escuchando lo cierto y lo bueno en el Nick y en el Cafe Society –todo el contingente que trabajaba con Eddie Condon- o que junto a Billie Holiday había grandes cantantes blancos como Mildred Bailey y Lee Wiley.


Esto no se adapta con la escuela “lo-negro-es-todo” o con los críticos y los empresarios cuyos corazones pertenecían menos al jazz y más a Karl Marx. La Casa del Jazz tiene varias habitaciones y Louis y Bix y Bunny Berigan y el Duke y todos los otros vivieron allí. Y pregunten al nene Wynton qué temas los músicos de jazz, blancos o negros, estaban tocando. Fats Waller, James P. Johnson y Jelly Roll Morton y otros negros escribieron montones de ellas, pero, oye, Wynton, la mayoría salieron del Tin Pan Alley y de Broadway de las cabezas de los judíos.


No se consigue nada de esto en los comentarios “Sociology 101” de Burns acerca de las líneas melódicas de raza, de la Depresión y de Jim Crow en el Sur. Es la propaganda reaccionaria de la izquierda muerta que se desvanece. Y si Burns y Cía. Tienen las verdades del jazz y el énfasis correcto y nos dieran menos habladuría y más música habría sido divertido aplaudir el jazz. Pero no lo hacen.


En su lugar, mientras apagamos PBS, nos hallamos lamentándonos de la pérdida de oportunidad e imaginándonos si todos los grandes jazzmen del pasado no estarían revolviéndose en sus tumbas. Y si estuvieran moviendo rítmicamente sus pies en ese instante, puede apostar, no sería por la pedestre trompeta y el pretencioso racismo de Wynton Marsalis



*Jim Crow - El racismo


Carlos Alberto 15/10/2008

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡COJONUDO! y perdone por la expresiónm, más claro agua.