viernes, enero 18, 2008

Strange Fruit II – La grandeza de Billie







Leonard Feather, ese gran enciclopedista del jazz, continúa cautivándonos con su fascinante admiración por Billie, aquella Billie, desconocida íntimamente en la tragedia de su vida, destruida no por sí misma sino por la sociedad como muchos afro-nortamericanos, hoy es un glorioso mito a quien recordamos aún con satisfacción y alegría ajenos muchos a la realidad de su vida.

Después de la grabación de su tan esperado anhelo, Strange Fruit, Billie regresó a la rutina familiar del material predominantemente convencional de sus sesiones Vocalion y Okeh hasta 1942, cuando la huelga de la Unión de Músicos llevó sus actividades de grabación a un imperdonable hiato en un punto crucial de su vida.

Esos, después de todo, fueron los años definitivos. Lady había salido de su juvenil desgano y gordura convirtiéndose en una aplomada, pasmosa mujer. Después del Cafe Society, hubo los grandes teatros (el Apolo en la parte residencial y el Loew’s en el centro), los clubes de la Calle 52 (Kelly’s Stable por corto tiempo, luego una larga estadía en el Onix), y giras que pagaban bien. Su elegante guardarropa y su siempre presente gardenia en el cabello, se volvió inolvidablemente vital para su presencia física.

Billie, siempre alta, tranquila y orgullosa mientras el pianista golpeaba el intro, usualmente en un tempo lento y cómodo. Estaba casi inmóvil, pero observábamos con fascinante admiración los escasos sutiles movimientos que hacía. Mientras inclinaba la cabeza, sonreía majestuosamente, chasqueaba los dedos, había a su alrededor un cierto aislamiento, casi una arrogancia que parecía decirnos que sólo podíamos acercarnos hasta cierto límite. La voz de la Lady, su hermosura e innata dignidad podía levar a un auditorio de borrachos de sábado por la noche a un límpido silencio.

El incomparable sonido de Lady Day estuvo sin grabar por más de dos años; pero tan pronto cono la prohibición de grabaciones terminó, Milt Gabler hizo un trato para Commodore con el agente de Billie, Joe Glaser (que también tenía a Armstrong). Billie cantó para la etiqueta 16 números, una docena de ellos grabados en un espacio de dos semanas entre marzo y abril de 1944. Tal como Frankie Newton había presidido la cita Strange Fruit cinco años atrás, Eddie Heywood Jr. Había trabajado en clubes con Billie y era la elección lógica para conducir el grupo de acompañamiento.

La orquesta de Eddie Heywood en el Café Society Downtown tenía un sonido fenomenal para ser una banda pequeña. Había solamente seis músicos incluyendo el piano de Heywood, pero las partituras que Heywood escribió y la forma en que trabajaba sus acordes en el piano y los rellenos bajo y alrededor de la trompeta, el saxo alto y el trombón, creaban el sonido más feliz que algún sexteto haya producido jamás. La banda era espléndida y eran perfectos respaldando a Lady Day. En adicción, podían repasar los excelentes arreglos de Eddie para Billie en el club, dónde ella podía oírlos. La línea frontal de la banda tenía a Doc Cheatham a la trompeta, Vic Dickenson en trombón y a Lem Davis en saxofón alto.

Milt Gabler

En la limitada tradición de clasificación estética, a Billie se le refería en los titulares de los diarios y aún en el título de su libro – como a una cantante de blues; sin embargo, típicamente, solamente dos de los 16 temas que hizo para Commodore, Billie’s Blues (I Love My Man) y Fine and Mellow, están basados en el molde de los blues. Aunque un espíritu adhoc nos informaba suficientemente lo que cantaba, esto nunca fue ni remotamente su imagen exclusiva. Temas tales como My Old Flame, How am I To Know y I Cover The Waterfront, pueden ser clasificados como productos de Tin Pan Alley de alto grado, cuyas letras son una convencionalmente jubilosa afirmación de amor.

Para algunas de sus audiencias, Billie en sus días de gloria era, en efecto, una mensajera tanto de dulzura y luz como de angustia y frustración. Para cada Yesterdays (Ayeres) había un I’ll Get By (Estaré cerca) o algún otro toque lírico, dulcemente optimista, que podría ser olvidado hoy si ella no lo hubiera llevado con una habilidad inimitable para hacer trascender su material.

En retrospectiva, es imposible para el oyente joven de hoy, oír a Lady Day sin relacionarla a la leyenda, el culto, la mística que se han vuelto inexplicablemente entrelazados con su memoria. Hay muchos que sólo pueden oírla en sus ásperos gritos, de una mujer destruida por la sociedad, y finalmente destruida por sí misma, modulando una nota, una torturada artista perturbada por una sucesión de amantes a quienes posteriormente rememoraría en el tema No Good Man.

Pero, es importante recordar que Billie en su trato de toda la vida con los auditorios, éstos conocían poco o nada de esto. El público la conocía solamente como a una entretenedora. Uno no tenía que estar consciente de sus problemas personales oyendo toda la angustia, los toques irónicos de humor y principalmente la absoluta autoridad musical con la que ella investía cada canción.

Hay algo de cierto en los clichés acerca del canto de Billie y su fraseo como de trompeta, pero no menos relevantemente que el manejo de las palabras, una obligación que nunca confronta un trompetista, y tenía su propia forma de cambiarlas, estirando una sílaba sobre dos o tres notas, desarmando la canción a su esencial desnudez, mientras retenía su esencia lírica; instintivamente manteniendo sus alteradas formas melódicas en empatía con la estructura de acordes. Estaba también su singular facultad para esconderse tras el ritmo –como dijera alguna vez Miles Davis, “Billie canta detrás y luego aparece –alcanzando el ritmo con precisión. Lo que me gusta de Billie es que canta el tema exactamente como lo oye”

La forma en que lo oía es la única forma en que lo recordamos. Típicamente, Yesterdays, en efecto, se convierte en su propia creación. En la frase “Days I knew as happy sweet sequestered days…” (Días que conocí como felices dulces días privados…) ¿Quién puede evocar la larga curva que se eleva en la melodía de Kern? A su vez Billie comienza en la cumbre de la nota de esa curva hacia arriba y se queda allí, desatando las complejidades, haciendo su tendencia de una manera más básica para traer la canción más elocuentemente a la vida.

Al usar tales peculiaridades, Billie se inspiró, seguramente, en Louis Armstrong y Bessie Smith, pero Billie no imitó a nadie. Para cuando tenía veinte años, su estilo estaba todo menos formado. Cuando cantó Strange Fruit, a los 24, estaba totalmente madura.

Es una explicación ligera señalar las agonías privadas que supuestamente la conformaban. Ciertamente miraba al espejo la lucha por la sobrevivencia, la pobreza y el desagrado, la humillación y la pena, pero está aquí también el lado más ligero de Billie, el social y el romántico, la Lady de vida cómoda, la joven mujer que podía llevar convicción a canciones tales como las llamadas Getting Some Fun Out Of Life (Sacándole Diversión a la Vida) y Laughing At Life (Riéndose de la Vida). Todos estos factores fueron una parte de los que escuchamos, pero lo que lo hizo especial fue la propia forma de Billie de traducir las penas y alegrías por igual, dentro de términos musicales, y ninguna otra mujer dentro o fuera del ghetto ha llevado jamás al arte vocal un carácter y timbre tan totalmente personales.

Ninguna de las tragedias finales parecía asomar en su horizonte durante los grandes años de Billie. Aquellos fueron los antiguos días, los días dorados, los ayeres en la cumbre de una carrera que brillaría y se apagaría mientras se consumía ella misma a la edad de 44 años.

Hagamos una pausa para imaginarnos a la mayoría de los escuchas de hoy que responden a la música de la voz de Billie Holiday y que nunca la vieron en un escenario ni en una sala de conciertos. Quizás unos pocos recordarán solamente los patéticos fantasmales años de su ocaso. Estos 16 temas de sus tiempos de gloria le llevarán tan cerca como fuera posible ahora, a un total retrato de sonido de esta sensual y fascinante mujer, cuyos amores y odios, traumas y triunfos privados, reflejan indeleblemente una forma de arte afro norteamericano, tanto como un estilo de vida afro-norteamericano. Extraño fruto, sin duda, pero dulce también como una cosecha amarga.

Carlos Alberto 18/01/2008

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