Misterioso era en realidad, como uno de sus famosos temas, aquél músico que un día dijo ya no toco más. Un genio que nos privó con su decisión, con un hiato de diez años, descifrar la incógnita de su talento. Considerado loco por algunos de sus contemporáneos, hoy Monk está ubicado a la par de Duke Ellington por la importancia de sus composiciones. Peter Keepnews, escritor para los programas nacionales “Jazz From Lincoln Center y editorialista consultor para Verve Records es el autor de una reseña, muy ajustada a la realidad, en retrospectiva a 25 años de su muerte.
El jazz es una música que celebra la individualidad y alguna de sus grandes figuras dejaron su marca reescribiendo la reglas en aras de la propia expresión. Pero han sido pocos los músicos de jazz tan totalmente individuales como Thelonious Monk.
Monk fue miembro de la primera generación de los modernistas del jazz, un fiero joven iconoclasta que arribó a la escena en los cuarentas y cuya música vino a ser llamada bebop. Pero su música no era ortodoxa aún para los estándares del bebop.
El altosaxofonista Charlie Parker, el trompetista Dizzy Gillespie, y otros bopers de perfil mayor, estaban tan enfrascados como lo estaba Monk en expandir la paleta rítmica y armónica del jazz, pero Parker y Gillespie eran virtuosos y, sin duda, el aspecto del bebop que primero atrajo la atención fue la maestría técnica requerida para navegar en sus veloces tempos y entre sus complejas estructuras de acordes. Monk, de otra parte, tenía tan desacostumbrada tendencia para tocar el piano que al comienzo mucha gente asumió que simplemente no sabía o no podía tocar –o por lo menos que su técnica y conocimiento musicales eran severamente limitados.
Nunca bombardeó a los oyentes con una cascada de decimosextas notas: en efecto, en las manos de Monk el silencio frecuentemente hablaba más elocuentemente que el sonido. Su fraseo era irregular, frecuentemente aparentemente dubitativo o aún desganado. Los acordes que tocaba podían ser enérgicamente disonantes.
Monk era testarudo. Se afirmó a su tendencia altamente personal, como un joven pegado a ella a través de toda su carrera, sin importarle el cambio de las modas en el jazz. Como resultado, su música gradualmente partió de ser ampliamente aceptada a volverse demasiada extraña para la mayoría de los oyentes, rechazada por muchos críticos como anticuada. Dos décadas después de su muerte ocurrida en 1982 (y casi tres décadas después que problemas de salud lo llevaran a retirarse de la arena pública), es claro que no era ni lo uno ni lo otro, era simplemente, como el título de uno de sus álbumes lo menciona, música de Monk.
Los colegas de Monk conocían su nombre aún antes que hubiera realizado una grabación. Algunos lo conocían como el pianista de casa del Minton´s Playhouse, un club nocturno de Harlem donde los músicos visitantes eran alentados a presentarse. Muchos lo conocían por sus composiciones. Aún aquellos que eran escépticos del Monk pianista, reconocían que era un escritor excepcionalmente dotado. Su Well You Need’t, un agradable y feliz tema en riff, animado por desacostumbradas armonías, era un “clip” de jam-session mucho antes que Monk lo grabara en 1947. Su melancólica balada ‘Round Midnight fue grabada primero por la banda del trompetista Cootie Williams en 1942 y rápidamente se convirtió en un tema del repertorio del jazz. (Monk mismo lo grabaría numerosas veces –ocasionalmente sin acompañamiento.)
Thelonious Monk nació en Rocky Mount, Carolina del Norte, el 10 de octubre de 1917. Pero su familia se mudó a la ciudad de Nueva York cuando tenía cuatro años de edad y siempre se consideró a sí mismo como un neoyorquino. Sus primeras influencias fueron los pianistas de estilo stride que estaban omnipresentes en la escena jazzística en el Harlem de su juventud. Aunque reflejaría esa influencia a través de su propiamente ordenada sensibilidad, sus intrincadas armonías y sus rítmicas frases bajas dejaron una profunda marca en su estilo.
Ese estilo era ya tan diferente a comienzos de los cuarentas que el gran saxofonista tenor Coleman Hawkins se aunó al entusiasmo de sus colegas y contrató a Monk. Pero Monk tenía ya a sus discípulos aún entonces, quienes admiraban su melodiosa interpretación, su conducción rítmica, y su habilidad para convertir las disonancias en algo glorioso –para crear, en palabras de uno de sus propios títulos, fea belleza. Para finales de la década estaba conduciendo su propio grupo, grabando para el sello Blue Note y recolectando una devota aunque relativamente pequeña legión de admiradores.
Sus seguidores siguieron reducidos por otra década, pero eso empezó a cambiar cuando aseguró un contrato en el Five Spot, en el Lower East Side de Nueva York en el verano de 1957, conduciendo un cuarteto con el prometedor pero aún relativamente desconocido John Coltrane al saxofón tenor. Monk probó que su sello único de desafiantes armonías e incansable ritmo podían atraer más que a un auditorio culto.
Menos de dos años después, Monk apareció en el Town Hall de Nueva York, conduciendo un ensamble de 10 elementos a través de nuevos arreglos de algunos de sus trabajos mejor conocidos. En 1962 su audiencia se volvió aún mayor cuando firmó un contrato a largo plazo con Columbia, la más grande y más prestigiosa compañía de grabaciones. En 1964, su status como celebridad internacional fue confirmado cuando su rostro apareció en la cubierta de la revista Time.
Hubiera sido difícil para cualquier músico de jazz lograr mucho más que eso en términos de reconocimiento, y Monk no lo logró. Es generalmente aceptado que no logró tampoco mucho más después de 1964 en términos artísticos. Escribió pocas composiciones nuevas, no rompió ninguna barrera musical, y sus ejecuciones -al timón de un cuarteto que desde fines de 1958 tenía a Charlie Rouse como figura en el saxofón tenor -eran frecuentemente caracterizadas como predecibles. Mientras tanto, nuevos desarrollos en el jazz – La vanguardia, la fusión jazz-rock- contribuyeran a la noción que Monk era noticia del ayer. Más aún obscureciendo su importancia estaba su bajo perfil: realizó pocas apariciones en público después de 1972 y ninguna definitivamente después de 1976.
Pero la verdad acerca de Monk, más clara que nunca en retrospectiva, es que sus ejecuciones fueron siempre tan distintivas, sus composiciones tan memorables, que aún en lo más predecible –aún, para esa materia, en su mayor inspiración- dio a los oyentes algo que no podrían lograr de ninguna otra manera. Escuchar a Monk es escuchar el inequívoco sonido de un músico siendo él mismo: tomando lo que necesita de la tradición jazzística, descartando lo que no funciona para él, exultando la absoluta alegría de hacer su música, su camino.
Carlos Alberto 22/01/2008
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