sábado, noviembre 15, 2008

Reflexiones sobre títulos musicales


Allan Kozinn – The New York Times


Los títulos quizás no se apliquen, pero ayudan a vender la música.


Hace poco, durante una entrevista sobre el concierto Making Music, en el Zankel Hall, en Nueva York, se le preguntó al compositor George Crumb si los títulos del primer y último movimiento de su melodía Voz de la ballena, “Vocalice (…para el principio de los tiempos)” y “Mar nocturno (… para el final de los tiempos)” - tenían la intención de ser tan aciagos como sonaban

”Son simplemente títulos poéticos”, dijo Crumb. “Algunas veces la gente se toma muy en serio los títulos de las composiciones”.

¿De quién es la culpa? Cuando los auditores se topan con esos títulos en sus programas o en las portadas de los CDs, es natural que concluyan que el título tiene la intención de comunicarles algo sobre la naturaleza de la melodía. Por lógica que parezca esta suposición, hoy en día a menudo es equivocada.

Durante gran parte de la historia de la música clásica, los títulos de obras instrumentales seculares fueron simplemente descripciones formales (sinfonía, cuarteto, concierto) y cuando se adjuntaba títulos (“Claro de luna”, por ejemplo) generalmente eran ideas del editor. Los editores entendían que los títulos, y las imágenes que evocaban, podrían ayudar a vender copias.

Aún así, los compositores barrocos algunas veces utilizaban títulos para decirles a los auditores de qué se trataban sus composiciones, y en el caso de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, cuatro sonetos descriptivos fueron traducidos en música frase por frase.

A principios del siglo XIX, los compositores con imaginaciones extravagantes, como Robert Schumann, no tenían miedo a usar títulos que informaran a los auditores sobre los subtextos extravagantes, batallas entre los filisteos que odian el arte y los Davides artísticos, por ejemplo, que los impulsos de la música apoyaban por completo. Para finales del siglo XIX, los títulos abundaban por doquier.

Hasta cierto punto, los compositores empezaron a pensar en forma diferente sobre los títulos a mediados del siglo XX, cuando algunos compositores modernistas los hicieron a un lado como vestigios de los excesos emocionales del romanticismo. Durante un tiempo, los nombres se volvieron matemáticos o conscientemente sin expresión: “Octógono”, “Sincronía”, “Grupos” o “Polimorfia”.

Los compositores más jóvenes, a menudo son más caprichosos con sus títulos. Caleb Burhans tiene una lista de parlamentos de películas, programas de televisión y anuncios, así como frases oídas al azar que llaman su atención, clavada en la pared sobre su escritorio donde se sienta a componer y de ahí ha extraído sus títulos como “Iceman Stole the Sun” (El hombre de hielo se robó el Sol).

Por más divertidos o provocativos como pueden ser los títulos, inevitablemente crean expectativas. Y dichas expectativas involucran a auditor como un participante en la interpretación.


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P.S. Charlie Mingus era muy afecto a estas tentaciones en los títulos de sus composiciones, con variados juegos de palabras:


Better git it in your soul (Mejor mételo en tu alma)

Self-portrait in three colors (Autorretrato en tres colores)

Pithecanthropus erectus

All the things you could be by now if Sigmund Freud's wife was your mother (Todo lo que podrías ser ahora si la esposa de Sigmund Freud fuera tu madre)

Bird calls (trinos de pájaro o la llamada de Parker (Bird)

Fables of Faubus (Fábulas de Faubus (ex-gobernador racista de Alabama famoso a mediados de los cincuentas)

Goodbye pork pie hat (Adiós sombrero Pork Pie –en alusión al tipo de sombrero plano que usaba Lester Young)


Carlos Alberto 15/11/2008

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