domingo, noviembre 23, 2008


Etta James, la reconocida cantante norteamericana de blues, soul, R&B, jazz y letrista, en la cinta enfocada en el Chicago de los cincuentas, que retrata las vidas de leyendas musicales norteamericanas como Muddy Waters y Elvis Presley.


Encarnar a Etta James le dio más agallas a la música de Beyoncé Knowles


Alan Light – New York Times



En la nueva película Cadillac Records que narra la historia de Chess Records, sello pionero del blues en Chicago, Beyoncé Knowles hace una entrada memorable.como la cantante Etta James, a Knowles le presentan a Leonard Chess (Adrien Brody) uno de los fundadores de la disquera, en una habitación de hotel, donde se tiende sobre la cama y declara con brusquedad: “No me mires como si no trajera calzones puestos”. Acto seguido, emite una sarta de insultos destinados a cuanta persona y objeto está a la vista, antes de esconderse en el baño, donde da rienda suelta a la voz que le valió una larga serie de éxitos clásicos de R&B.

Resulta desconcertante ver a Knowles, una de las pocas estrellas de pop restantes en conservar una imagen positiva y saludable, pavonearse y maldecir a lo largo de su interpretación. Pero Tina, su madre, quien revisa todos los guiones mandados a la cantante, le dio el visto bueno a este, consciente de que el papel de la desenfrenada y emocionalmente marcada James podía ser una oportunidad única en su vida.

El papel más significativo de Knowles en el pasado fue en Soñadoras (2006), que le valió una nominación al Globo de Oro. Pero su estudio de la vida de James y su labor en la cinta no sólo produjeron un nuevo rango dramático, sino que también modificaron el rumbo de su nuevo álbum, I Am... Sacha Fierce.

Indudablemente, no existía garantía alguna de que una mujer que agració la portada del número de trajes de baño de la revista Sports Illustrated pudiera resultar convincente en el papel de la hija adicta a la heroína de una prostituta que incorporó una actitud propia del blues a una amplia gama de géneros pop y cuyo poderoso sonido transmitió toda una vida de sufrimiento y rebeldía en canciones como At Last y Tell Mama.

“Me sorprendió la facilidad y el entusiasmo con los que Beyoncé tiró la elegancia por la ventana para adoptar la personalidad de una adicta”, dijo Darnell Martin, guionista y director del filme que se estrena el 5 de diciembre en Estados Unidos.

Knowles no habló con James, quien, a sus 70 años aún da conciertos, sino hasta después de terminar el rodaje. “No ha cambiado; es honesta”, dijo Knowles. “Y sé que, en algunas entrevistas, dijo cosas como: ’No estoy segura de ella me pueda interpretar’, pero, cuando la conocí me dijo: ‘Eres una joven mala’ y sé que es el mayor cumplido que podría haber recibido de ella”.

De vuelta al estudio para finalizar la grabación del álbum, Knowles indicó que se sentía atraída por canciones y sonidos que anteriormente había considerado fuera de su alcance. “La música que hice antes y después de la cinta fue muy diferente”, dijo. “Me sentí mucho más audaz e intrépida tras interpretar a Etta James porque, obviamente, algo del personaje se queda en ti. El miedo que hubiera sentido antes de hacer cierta música desapareció. Me dio más agallas y me convirtió en un ser humano con más confianza.



Carlos Alberto 23/11/2008

sábado, noviembre 15, 2008

Reflexiones sobre títulos musicales


Allan Kozinn – The New York Times


Los títulos quizás no se apliquen, pero ayudan a vender la música.


Hace poco, durante una entrevista sobre el concierto Making Music, en el Zankel Hall, en Nueva York, se le preguntó al compositor George Crumb si los títulos del primer y último movimiento de su melodía Voz de la ballena, “Vocalice (…para el principio de los tiempos)” y “Mar nocturno (… para el final de los tiempos)” - tenían la intención de ser tan aciagos como sonaban

”Son simplemente títulos poéticos”, dijo Crumb. “Algunas veces la gente se toma muy en serio los títulos de las composiciones”.

¿De quién es la culpa? Cuando los auditores se topan con esos títulos en sus programas o en las portadas de los CDs, es natural que concluyan que el título tiene la intención de comunicarles algo sobre la naturaleza de la melodía. Por lógica que parezca esta suposición, hoy en día a menudo es equivocada.

Durante gran parte de la historia de la música clásica, los títulos de obras instrumentales seculares fueron simplemente descripciones formales (sinfonía, cuarteto, concierto) y cuando se adjuntaba títulos (“Claro de luna”, por ejemplo) generalmente eran ideas del editor. Los editores entendían que los títulos, y las imágenes que evocaban, podrían ayudar a vender copias.

Aún así, los compositores barrocos algunas veces utilizaban títulos para decirles a los auditores de qué se trataban sus composiciones, y en el caso de “Las cuatro estaciones” de Vivaldi, cuatro sonetos descriptivos fueron traducidos en música frase por frase.

A principios del siglo XIX, los compositores con imaginaciones extravagantes, como Robert Schumann, no tenían miedo a usar títulos que informaran a los auditores sobre los subtextos extravagantes, batallas entre los filisteos que odian el arte y los Davides artísticos, por ejemplo, que los impulsos de la música apoyaban por completo. Para finales del siglo XIX, los títulos abundaban por doquier.

Hasta cierto punto, los compositores empezaron a pensar en forma diferente sobre los títulos a mediados del siglo XX, cuando algunos compositores modernistas los hicieron a un lado como vestigios de los excesos emocionales del romanticismo. Durante un tiempo, los nombres se volvieron matemáticos o conscientemente sin expresión: “Octógono”, “Sincronía”, “Grupos” o “Polimorfia”.

Los compositores más jóvenes, a menudo son más caprichosos con sus títulos. Caleb Burhans tiene una lista de parlamentos de películas, programas de televisión y anuncios, así como frases oídas al azar que llaman su atención, clavada en la pared sobre su escritorio donde se sienta a componer y de ahí ha extraído sus títulos como “Iceman Stole the Sun” (El hombre de hielo se robó el Sol).

Por más divertidos o provocativos como pueden ser los títulos, inevitablemente crean expectativas. Y dichas expectativas involucran a auditor como un participante en la interpretación.


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P.S. Charlie Mingus era muy afecto a estas tentaciones en los títulos de sus composiciones, con variados juegos de palabras:


Better git it in your soul (Mejor mételo en tu alma)

Self-portrait in three colors (Autorretrato en tres colores)

Pithecanthropus erectus

All the things you could be by now if Sigmund Freud's wife was your mother (Todo lo que podrías ser ahora si la esposa de Sigmund Freud fuera tu madre)

Bird calls (trinos de pájaro o la llamada de Parker (Bird)

Fables of Faubus (Fábulas de Faubus (ex-gobernador racista de Alabama famoso a mediados de los cincuentas)

Goodbye pork pie hat (Adiós sombrero Pork Pie –en alusión al tipo de sombrero plano que usaba Lester Young)


Carlos Alberto 15/11/2008

sábado, noviembre 08, 2008

Al Rescate del Cabaret



Para la mayoría de los estadounidenses, la música en vivo es hoy un evento que exalta la energía física directa. El concierto es una comunión entre el público y la celebridad.

Demolido para hacer espacio para los coliseos donde gobiernan los deportes sangrientos, el rincón romántico se ha vuelto tan anacrónico como la idea misma de la privacidad.

Stephen Holden - The New York Times



Cuando abrió la 19ª. Convención Anual del Cabaret el 29 de octubre pasado, con el primero de cuatro conciertos en el Jazz at Lincoln Center, un género que había batallado durante años sin mucha cobertura en los medios levantó su voz colectiva en una petición anual de atención y respeto: “Por favor escuchen”, imploró cortésmente esa voz. “Estoy en peligro de morir por negligencia, y tengo valioso conocimiento derivado del cancionero estadounidense y de la historia del mundo del espectáculo sobre el amor, los recuerdos, el arte y el tiempo. La magia que conjuro en un rincón romántico, donde las luces son tenues, el vino fluye y los seres amados están cerca, es como ninguna otra.”

El Rose Theatre, moderno auditorio al interior del Jazz at Lincoln Center donde se realiza la convención, en partes iguales gala de entretenimiento y explosión comercial para los promotores de los centros nocturnos, no era un club acogedor y alumbrado por las velas, pero se le acercaba mucho. Todas Las noches, alrededor de una docena de artistas cantaron dos canciones cada uno. Karen Akers, Paula West, Marilyn Maye, Mary Cleere Haran, Julie Wilson, Barbara Carroll, K T Sullivan, Tommy tune y Barb Jungr estaban entre los invitados más esperados.

La mayoría de los cantantes masculinos importantes del género estaba ausente del listado. Sin embargo, sí se presentó uno de sus intérpretes juveniles masculinos más prometedores, Tony DeSare, acólito de Sinatra de poco más de treinta años que canta canciones de Prince así como de Johnny Mercer.

El cabaret venera la madurez más que otras formas de entretenimiento, Maye, Wilson y Carroll tienen más de 80 años de edad, como también los tienen Bárbara Cook Eartha Kitt y Elaine Stritch, otras tres madrinas del género, y su padrino extraoficial, Tony Bennett.

A medida que se ha reducido el mundo del centro nocturno, la informalidad de aquellos espacios para presentarse es, en gran parte, cosa del pasado. La interrogante es si hay una generación joven que mantenga la tradición. Además de DeSare, entre los artistas más jóvenes y prometedores del genero incluyen a Jane Monheit, sensual cantante de música jazz y pop, y a Maude Maggart.

La Convención del Cabaret es producida por Donald Smith, director ejecutivo de la Fundación Mabel Mercer. La actitud de Smith hacia la tradición que fomenta es optimista. Recientemente dijo que se sintió alentado por un alza en el número de cabarets fuera de Nueva York.

Aunque el cabaret tiene paladines reconocidos en los medios, la cada vez más escasa cobertura en los periódicos locales neoyorquinos es un mal presagio. “Nunca hemos tenido ningún patrocinio corporativo y nunca hemos recibido ni un centavo de ningún programa de artes gubernamental”, se lamentó Smith.

La máxima experiencia de cabaret es una relación tripartita entre cantante, canción (con frecuencia un clásico) y público, en la que los intérpretes vacían sus experiencias de vida al usar el cancionero estadounidense como una plataforma. Las canciones son estaciones en un viaje autobiográfico compartido con el oyente.

Para la mayoría de los estadounidenses, la música en vivo es hoy un evento que exalta la energía física directa. El concierto es una comunión entre el público y la celebridad.

Demolido para hacer espacio para los coliseos donde gobiernan los deportes sangrientos, el rincón romántico se ha vuelto tan anacrónico como la idea misma de la privacidad.


Carlos Alberto 08/11/2008

miércoles, noviembre 05, 2008

El Racismo y El Jazz



¡Qué felices se hubieran sentido aquellos músicos famosos como Billie Holiday, Roy Eldridge o el propio Louis Armstrong de haber sabido que Barack Obama, un negro, era ahora el presidente de los Estados Unidos! Esos tiempos ya pasaron pero, las afrentas y los vejámenes han quedado registrados en la historia.

Los abusos contra la población negra son conocidos e innumerables a través del tiempo, algunos peores que otros, como cuando una ley privaba de sus propiedades y derechos a aquel ciudadano que tuviera solamente algo de sangre negra en sus venas. Esto incluía a los llamados criollos, que especialmente en Luisiana eran gente poderosa económica y socialmente, terminando éstos con menos “valor” que sus propios esclavos.


Pero el racismo y la discriminación se volvieron tan insoportables que lograron la respuesta y reacción de la gente negra, especialmente a partir del término de la Segunda Mundial, con manifestaciones como el Poder Negro y especialmente en los artistas de jazz y blues, como en el caso de Nina Simone, que se convirtió en activista y renunció a su nacionalidad norteamericana terminando sus días en Francia, exiliada involuntaria de su propia tierra.
Sin embargo, hace poco publiqué la reproducción de una artículo condenatorio a Winton Marsalis, según el cual este músico es la manifestación evidente del racismo negro o cuando menos de la discriminación negra.

Otra manifestación actual fue la poca o casi nula e inoportuna intervención del gobierno norteamericano del ex presidente Busch en el caso de la inundación Katrina, de Nueva Orleáns, la cuna del Jazz, por la que fuera tan fuertemente censurado.


Nos ha alegrado ver en las imágenes del triunfo de Obama, caras sonrientes y emocionadas hasta el llanto de gente blanca celebrando su triunfo y esperamos que esto sirva de mensaje para el resto del mundo, especialmente Europa, donde verdaderamente los extranjeros sufren los maltratos del racismo y de la discriminación xenofóbica. En Rusia, donde hace algunos años victimaron salvajemente (por empalamiento) a una adolescente estudiante peruana; la escena en España, donde en un vagón de tren una adolescente ecuatoriana es pateada ferozmente por un desequilibrado drogadicto español, ante la impasibilidad de sus conciudadanos.


Ocurren también este tipo de manifestaciones xenofóbicas en los estadios deportivos donde se rechaza con insultos y actitudes vergonzosas a los no europeos que trabajan y contribuyen en los sitios donde residen. En fin, parece que la llamada cuna de la cultura occidental (Europa), ha quedado rezagada con el ejemplo dado por un pueblo a quienes ellos (los europeos) consideran de un nivel cultural menor, en términos generales.


Debería tomarse esto como un mensaje, de que los intolerantes y primitivos tiempos de la Alemania nazi, quedaron atrás.



Carlos Alberto 05/11/2008